sábado, 13 de noviembre de 2010

Otros tiempos.

Un día leí un libro que tenía mi vieja (de esos libros para leer en el verano y que se ponen de moda un par de meses) que postulaba lo siguiente: La vida no termina con la muerte, es más, nuestras almas son una especia de entes que viajan en el tiempo y viven en distintas historias y cuerpos. Es decir, tu hoy eres un periodista, pero en otra vida fuiste pintor, y más atrás quizás estuviste sentado en la mesa de algún castillo medieval. Pero eso no es lo interesante, (o lo más interesante) ya que aquí viene lo mejor: Hoy tu tienes amigos, familia y personas que te rodean. Bueno, esas mismas personas o "almas" están contigo siempre, pero con distintas posiciones, por ejemplo hoy, tu hermano menor, en otra vida quizás fue tu mejor amigo, o tu padre fue tu hijo, es decir, los núcleos y relaciones de alguna forma se "repiten", porque las almas cercanas siguen estando juntos, pero los roles son al "azar". Por qué esta reflexión. Por nada. Te lo prometo. No es porque crea torcí el brazo al destino. No. Porque la destino no se le tuerce. Y a mi, las tardes de angustia no me duele el brazo. Porque no es sólo eso lo que torcí en mi vida.

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