lunes, 1 de marzo de 2010

El terremoto fue antes.

Hemos cambiado, de eso no hay duda. De ser un país modesto hoy nos vanagloriamos de nuestra suerte, de nuestro orden y de nuestra posición privilegiada en una alicaída América latina. Antes otros eran los déspotas, nosotros los callados. Ahora todo cambió. Pasamos de “rotos chilenos” a jaguares y luego a ser los ingleses de América latina. Antes Chile ayudaba a Chile, hoy las imágenes de saqueos se toman las portadas y Chile se defiende del Chile que se quedó abajo del bienestar económico, ese que se guardo la rabia hasta el punto de olvidar sus valores y entrar a supermercados, tiendas e incluso casas habitadas con tal de devorar y robar todo con un hambre de justicia social totalmente mal entendida. Asquerosa y violenta. Hoy sale ese hedor que solo es posible sentir cuando el dolor y la fuerza de una naturaleza implacable zamarrea mucho más que la tierra. Hoy lamentamos miles de desaparecidos, pero también se abre una grieta que nadie, ninguno de nosotros, ni menos las autoridades, quisieron ver. Hoy el agua de un sistema económico injusto se recoge y nos deja ver las profundas fisuras de una sociedad dividida. Un 27 de febrero Chile cambió para siempre y obligó a 17 millones de personas a mirarse al espejo. Estoy seguro que a más de la mitad, sin mediar terremoto, se les cayó la cara de vergüenza.