Palabras que sacan sangre, historias de la vida real, basadas en hechos totalmente ficticios. Cosas que pasan en la vida, o la mayoría de las veces en ninguna parte. En fin, cosas que pasan.
lunes, 12 de abril de 2010
Fuego.
Al fin das pasos grandes, de esos importantes, de esos que dan gusto. Y empiezas a escribir una historia única, capítulo importante de ese relato mítico que siempre soñaste escribir. Dejas los malos recuerdos junto a los que más te hace daño, los buenos, y los tiras en un rincón oscuro en el cual no vuelves a mirar. Al fin caminas con orgullo, mostrándole a quien quiera verlas, esas profundas heridas, al fin cicatrizadas. Nuevamente avanzas sin parar, mirando a la gente directamente a la cara, pero ahora con los ojos luminosos. Sí, como en un tiempo lejano, también lo estuvieron. Tu vida nuevamente se escribe con letras de fuego y ese olor a gris se tiñe de ganas, de ilusión y de esperanza y ahora es un aroma simple pero agradable. Una vez más te paras frente a la vida como un guapo de los barrios bajos, con el estadio en contra pero con la camiseta bien pegada a la piel. Y es que si no tuvieras miedo, no estarías vivo. Y si no soñaras, seguramente estarías muerto. Piensas que quizás ese año nublado efectivamente estuviste medio muerto. Pero no, sólo estuviste triste y un poco dormido. Las palabras siguen sacando sangre, y esa sangre está más caliente y roja que nunca.
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