domingo, 30 de enero de 2011

El final.

Todo va a estar bien, le repetía cada 5 segundos, pero eso no la tranquilizaba para nada. Las alarmas de los autos, los fierros doblados por la rabia de la multitud eran más fuerte que un par de palabras, mucho más. Todo va a estar bien. Estamos en un rincón de la casa antigua, la de los abuelos. Un estruendo revienta las ventanas, el vidrio cae afilado sobre el parqué. Todo va a estar bien. Le pido que cierre los ojos, que todo pasará. La puerta cae fulminada de un golpe. Todo va a estar bien. Ahí vienen, corriendo, furibundos, ciegos. Ya no queda tiempo, pero yo le sigo repitiendo con la voz más amable que tengo: Todo va a estar bien.

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