lunes, 9 de septiembre de 2013

Deber.

Escupió al suelo y el rojo de su saliva golpeó con fuerza el pavimento. Tanteó sus bolsillos hasta que encontró un huérfano cigarro y se lo llevó a la boca. Le dio una fuerte bocanada, una sola y lo botó al borde de la vereda, justo en una posa. Miró al cielo, quién sabe por qué, quizás buscando ayuda en algo que él no creía, pero bueno, eso pasa a veces, tú sabes. y así, con la mirada perdida en rabia, entró nuevamente al bar, decidido a terminar lo que él no había empezado, pero debía terminar ya.

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