domingo, 3 de noviembre de 2013

De pie.

Desde chico me cargaron los pies. Los odiaba. Nunca entendí la razón de por qué nosotros los humanos teníamos dedos, si perfectamente podríamos haber tenido sólo pies y nada hubiera cambiado. Después me enteré que en la época de la colonia, los españoles más malvados, para retener a sus indios esclavos les cortaban los pulgares, para que así no pudieran correr y arrancar. Más los odié. Mi meñique izquierdo es bien raro, luego de un partido quedó medio doblado y sigue así, mirando para arriba, un poco. Hubo o hay, no sé, una especie de zapatos de mujer que dejaban ver, a través de un hoyito en la punta, el dedo pulgar. Me cargaban. Y las mujeres en chalas, tampoco me gustan, no sé, cosa mía, rareza mía, tontera, manía o fobia, mejor dicho. Eso hasta que conocí los tuyos, los primeros que me gustaron. Me acuerdo, y son lindos, suaves, delicados, tuyos, muy tuyos. Una mierda, porque ya no los tengo. Y los extraño, mucho. En serio. Ahora los vuelvo a odiar a todos, hasta que me los vuelva a encontrar o quizás qué pase, a estas alturas, es un misterio, un violento misterio.Quizás los odie para siempre, es mejor así, patas de mierda. Justo hoy me pregunté eso, cortesía de los tristes domingos.