Soñar no cuesta nada. Nada. Es sólo cerrar los ojos y ponerse a pensar en todo lo que haríamos si tuviéramos el poder de hacerlo todo. Soñar no cuesta nada, lo que cuesta es dejar de soñar. Llegar un día y poner todas nuestras energías en una sola cosa: que los sueños dejen de ser sólo eso.
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