jueves, 6 de marzo de 2008

amargo




La culpa se vomita. Un día vomitaste culpa. Era un liquido espeso y transparente que salía desde lo más profundo de tus entrañas. Jugos gástricos junto a tu conciencia conspiraron para que no olvidarás el fatal momento, ese en el cual la traición te tomó por la espalda y te llevó hasta la oscuridad más oscura, por varios segundos que te parecieron varias vidas. ¿Por qué?. Si, si sabes porqué. Para que recordaras todos los días de tu vida, ese maldito día. El día en el cual estúpidamente escapaste del cielo, de ese de ese lugar en el cual jamás volverás a entrar. Si huevón! ¡El verdadero cielo!. ¿Por qué?. Lo hiciste porque tontamente, la perfección te molestó. Por buscar una excusa para vivir lo que te faltó vivir, para bajar de la nube exquisita en la que dormías y volverte mortal. Porque a tu abuelo se le acababa el tiempo y en el alcohol sumergías la impotencia y en las luces encandilabas el amor verdadero.
A la mañana siguiente salió el sol, bajo un manto gris que no te dejó verlo. Era una de esas mañanas en la que ruegas con toda el alma que nada haya pasado, en las que despiertas dos veces. La segunda en la que te convencías de que habías entrado corriendo al verdadero infierno. Lo dudaste… pero entraste. Cuando pensaste en quedarte estático, ahí parado solo, pero en realidad no lo hiciste.
La culpa se vomita, yo sentí su agrio sabor, mezclado con mucho ron y algo de bebida blanca .
Lo conociste sólo una vez, porque una vez bastó para que toda la vida llevarás su horrendo sabor dentro tuyo y definitivamente, para dar un paso fuera del paraíso.

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